viernes, 3 de diciembre de 2010
viernes, 2 de julio de 2010
jueves, 27 de mayo de 2010
CARTOGRAFÍA Y NARRATIVA, UNA APROXIMACIÓN A LA VIDA DIARIA
Una cartografía íntima
Dos grandes primates se dirigen hacia el espacio exterior, el espacio del tiempo. Navegan sobre el timón de una enorme nave-mapa que parece girar a través de galaxias y estrellas lejanas. Pero, ¿qué significa todo esto? Podría ser el resultado de un proceso de ordenamiento, de ficción, de narrativa. Alguna historia se esconde detrás de esta imagen: la fundación del mundo, el origen de la creación ó, simple y llanamente, el símbolo de un día cotidiano que gira sobre su eje, al igual que todos los días de nuestra vida.
Gabriela se dedica a dibujar una estela de huellas y experiencias que parecen reproducirse en espiral. La representación de las situaciones cotidianas es lo que le importa: su familia y su irrepetible historia, sus amores, sus padres y hermanos, sus niños, las mesas de juego y de trabajo, sus objetos personales y sus habitaciones, las épocas de lluvia para regar las plantas, el barrio en que vive, los árboles, los perros… Muchos perros por cierto. Tiene la fabulosa idea de llenar su casa con afectos y momentos donde coincidan el amor, el miedo, los sueños y el tiempo. Esta suave espiral de sensaciones parecería ser la idea constructiva que Gabriela necesita para levantar su propia cartografía. Los fantásticos mapas medievales le interesan, las invenciones que pueblan esos territorios imaginarios del medioevo, llenos de animales extraños y continentes de ficción que reflejan la imaginación de su tiempo en aras de una descripción del mundo. Gabriela intenta construir un mapa distinto, un lugar que describa su propio mundo y, para lograrlo, hace uso de las historias íntimas que vive día a día. En su trabajo abundan los colores deslavados, las superficies tersas y cuidadas, las líneas sobrepuestas unas sobre otras, que cambian sin detenerse, justo como el tiempo que vivimos. Como ejemplo, dibuja una gran zona azul; ésta podría ser el cielo, pero también podría ser el océano. Al final, eso no tiene mucha relevancia, el azul circunda su continente y lo hace flotar. Gabriela utiliza el dibujo para describir y narrar lo que sucede a su paso. Los días cotidianos, transformados en ficción, van quedando atrás, en su interior y en su constante olvido.
Luis Carlos Hurtado
2010
miércoles, 26 de mayo de 2010
Imágenes
“ANTROPOIDE”
Escultura construída con fragmentos de yeso pigmentado,
plastilina y base de madera.
10 x 10 x 53 cm.
2010
“ÁRBOL”
Grafito sobre mosaicos y mesa de madera.
90 x 120 x 120 cm.
2009
“AUSTRALOPITHECUS SEDIBA”
Escultura construída con fragmentos de yeso pigmentado,
plastilina y base de madera.
Realizada en 2010.
28 x 10 x 43 cm.
“PRE-HISTORIA”
Módulos de yeso sobre pared
200 x 300 cm. (Detalles / Obra en proceso)
2010
“DÍA Y NOCHE”
Objeto de yeso.
17 x 11.5 x 4 cm.
2010
“FRENTE A MI ESCRITORIO”
Libro objeto que mide 25.5 x 17.5 x 13.5 cm. Realizado en 2004.
Papel encuadernado y empastado.
El texto de este libro habla sobre ideas y recuerdos de un día
sentada frente a mi escritorio.
“LLEGADAS Y SALIDAS”
Es un libro realizado a lo largo de un año de trabajo, entre 2003 y 2004.
Este libro de dibujos está basado en vivencias cotidianas, en eventos personales,
lugares y personas que durante ese lapso de tiempo se relacionaban afectivamente conmigo.
Este libro puede abrirse de diversas maneras, desplegarse hacia distintas direcciones,
ofreciendo la posibilidad de encontrar una lectura distinta para cada espectador.
La medida del libro cerrado es de 38 x 50 cm.
Su medida máxima desplegado es de 114 x 250 cm.
Está dibujado con materiales diversos.
“MAGNET”
Yeso sobre tablas
150 x 110 cm. (Medidas variables)
2009
“MAPA”
Lápices de color y acrílico sobre papel.
23 x 17 cm.
2009
“MUNDO”
Grafito sobre cemento blanco, piedra tezontle sobre tabla de madera.
37 x 12 x 12 cm.
2009
“PLANT”
Planta seca sobre mosaicos tallados.
43.2 x 32.4 cm.
2009
“RECIPIENTES”
Acuarela sobre papel
14 x 21.5 cm.
2009
“MESA BLANCA Y CUERTO BLANCO”
Yeso tallado
13 x 13 x 4 cm. c/u
2009
“VASIJA”
Objeto de barro con vaciado de yeso.
15 x 15 x 7.5 cm.
2010
KING CHARLY
Me dan miedo los perros.
Quizá esto no tenga en realidad mucha importancia, pero a veces me sorprende lo relevante que puede llegar a ser en las decisiones que tomo: ¿Tienes perro en tu casa?, ¡los nuevos vecinos tienen dos!, ¿salir a correr al parque?, llegar a casa de mi hermana, cruzar la calle repentinamente, cambiar las rutas por otras más largas, etc…
A pesar de todo esto, creo que son uno de los animales que más me gustan, lo que no soporto es sentir su respiración agitada cerca de mi, oír las pisadas rápidas y nerviosas, los ladridos repentinos, cuando arrugan la nariz y pelan los colmillos o cuando están tranquilos y de pronto levantan las orejas, paran la cola y no dejan de mover la nariz como si algo fuera a suceder.
Hay algunos encuentros que no he podido olvidar. Cuando era niña, los compadres de mis papás tenían un perro enorme con pelo rojizo, se llamaba Tobi, para mi era un verdadero sufrimiento ir de visita pero aún así me llevaban. Un día llegamos a su casa y apareció desde el fondo del jardín corriendo y ladrando, cuando lo ví, corrí de regreso hacia la puerta, pero mi hermana se cruzó en el camino y no tuve más remedio que treparme en ella como un chango hasta arriba. Sabía que ahí no estaría a salvo (por el tamaño del perro) pero no tuve otra opción. La siguiente vez que mi mamá me llevó a visitarlos, entramos en un cuarto, la señora no se separaba ni un minuto de su perro así que el también entró y cerraron la puerta. Ellas hablaron largo rato y sólo recuerdo que empecé a sentir poco a poco, movimientos involuntarios en la cara. Tiempo después Tobi se murió y adoptaron de la calle una perra a la que llamaron La Hiena, jamás regresé.
Cuando tenía quince años dejé mis clases de saxofón. En la puerta de la habitación donde tomaba clases, un perro alto, delgado y gris me observaba fijamente y a cada movimiento mío, levantaba sus afiladas orejas. Intenté seguir pero tiempo después acepté que no soportaba la presión de su mirada.
Otelo, un mastín gris y enorme, vive cerca de mi casa y me ha perseguido dos veces ya. La primera fue un día de aquellos en que salía a correr. Lo ví de lejos respiré hondo y apreté el paso, sabía por su actitud que correría tras de mi, no sé con qué fin, pero lo importante para mi era escapar, ese día supe su nombre ya que el dueño empezó a gritar y a correr detrás de nosotros. La segunda fue una noche que lo sacaron a orinar, yo llegaba a mi casa y recordé que la llave suele trabarse, mi hermana me acompañaba y trataba de tranquilizarme, pero aunque él estaba a una cuadra de distancia la angustia empezó a apoderarse de mi, y en efecto se lanzó salvajemente para alcanzarnos. A unos pasos de llegar, la llave giró y entramos rozando su hocico con la puerta.
También recuerdo a Rita la chiapaneca a la que le brillaban los ojos y desconocía por las noches y a un perrito enano y fortachón que dejaba ver su mal humor a simple vista. Leopoldo es el único perro que he tenido y que busqué para enfrentar el miedo. Sabía que tenerlo en un departamento sería difícil pero quería intentarlo. Estaba recién nacido y tenía un moño en la cabeza. El vendedor dijo que era un “King Charly” miniatura. A mi hermana y a mi nos pareció muy buena opción: estaba bonito, no crecería mucho y además nos demostró que era una buena raza al levantarlo del pellejo sin que demostrara dolor. Convencidas y felices lo llevamos a la casa donde lloró toda la noche, hizo sus necesidades por todos lados y a toda hora y en menos de tres semanas le salieron unos colmillos afiladísimos que todo querían probar, creció fácilmente 30 cm. y se puso feo con ganas. El veterinario dijo que esa raza no existía y que crecería aún más. Una semana después, sin avisarme, mi mamá lo regaló a la señora del aseo, quien cada semana traía noticias de su salud, sus travesuras y su tamaño. Un día lo atropelló un carro.